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ALADI Y EL SUEÑO DE LA INTEGRACIÓN

Publicado: 2012-02-19

(* Aída García Naranjo Morales) Hace cincuenta y dos años, el 18 de febrero de 1960, el proyecto integracionista de los países de América latina, dirigido a asegurar un mejor nivel de vida para su población, tuvo su primer hito fundacional con la firma del primer Tratado de Montevideo (TM60), que estableció la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio – ALALC y tuvo por objetivo alcanzar una mayor integración económica entre los 7 países inicialmente firmantes: Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay, Perú y Uruguay, a los que posteriormente se unieron Colombia, Ecuador Bolivia, Venezuela.

Es así que, como parte de esta evolución, el 12 de agosto de 1980 los Gobiernos de los once países de la ALALC suscribieron el Tratado de Montevideo 1980 (TM80) instrumento que dotó al proceso de nuevos mecanismos dirigidos a proseguir con el esfuerzo integracionista.

La ALADI tiene como objetivo crear un mercado común latinoamericano en un marco flexible. Y al abrir la posibilidad de crear relaciones bilaterales y subregionales permite desarrollar un proceso de integración a distintos ritmos y con una perspectiva convergente.

Hoy la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) es el primer y más importante bloque de integración de la región, comprendiendo un área geográfica habitada por más de 500 millones de personas, cuyo ingreso promedio anual por habitante supera los 7.800 dólares.

El tratado de Montevideo 1980 (TM80) supuso un cambio fundamental en la estrategia de integración propugnada por los países miembros a través de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). La suscripción del TM80 respondió a la necesidad de renovar el impulso integrador mediante la superación de dificultades advertidas en el marco de la ALALC, al no poder alcanzar el objetivo de conformar una zona de libre comercio en el período establecido.

El Tratado de Montevideo 1980 fue suscrito por once países miembros: la República Argentina, la República de Bolivia, la República federativa del Brasil, la República de Chile, la República de Colombia, la República del Ecuador, la República de los Estados Unidos Mexicanos, la República del Paraguay, la República del Perú, la República Oriental del Uruguay y la República de Venezuela.

El 26 de agosto de 1999 se perfeccionó la primera adhesión al Tratado de Montevideo 1980, con la incorporación de la República de Cuba (12) como país miembro de la Asociación, Panamá (13) lo hizo en febrero del 2012, y ahora el camino está abierto para Nicaragua (14).

El TM80, para alcanzar su objetivo, establece un Área de Preferencias Económicas compuesta por tres (3) mecanismos básicos: la Preferencia Arancelaria Regional (PAR), los Acuerdos de Alcance Regional y los Acuerdos de Alcance Parcial.

Al mismo tiempo este esquema se sustenta en cinco (5) principios rectores: pluralismo, convergencia, flexibilidad, multiplicidad y tratamientos diferenciales, los cuales constituyen los pilares del Tratado Montevideo 1980.

Además de los mecanismos y principios enunciados, el Tratado establece tres funciones básicas: promoción y regulación del comercio; complementación económica; y acciones de cooperación para coadyuvar la ampliación de mercados.

La organización institucional de la ALADI está conformada por tres (3) órganos políticos: el Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores, la Conferencia de Evaluación y Convergencia y el Comité de Representantes; y por un órgano técnico: la Secretaría General.

Sergio Abreu, senador de la República Oriental del Uruguay, con motivo de los 50 años del proceso de integración latinoamericana 1960 – 2010 señaló que: “La historia de la ALALC y de la ALADI se vincula fuertemente al origen y destino de de América Latina, y en particular, a las diferencias que se producen por el traslado del Reino de Portugal a América del Sur y la significación de Brasil como territorio unificado. Sobre todo cuando su activa política de las “fronteras vivas”, reforzó su presencia geopolítica en el Continente, en contraposición a la fractura que se produjo en la América Hispánica por la confrontación entre visiones diferentes que culminó en el mosaico de Estado actual.

Esta realidad no es ajena a la historia del Uruguay, que fue provincia de la Argentina y del Brasil y que alcanzó su independencia a pesar de ellos, lo que ha motivado que algunos –con cierta ironía- describan a los uruguayos como argentinos en territorio brasileño. Lo dicho no va en mengua del orgullo nacional o de la Soberanía de un Estado, sino que es la confirmación de que la historia y la geografía han incidido en forma diferente en la estructura cultural y política de cada país. Para ser más gráfico, no es lo mismo pensar políticamente desde la salsa, el ron y el Caribe que desde el tango, el Río de la Plata y el mate, porque motivan reflexiones distintas sobre costumbres y sustratos étnicos y culturales”.

Señaló además que: “Tampoco podemos olvidar que la ALALC y también parte de la ALADI se integraban con países que tenían un determinado posicionamiento en la llamada Guerra Fría, a partir de un contenido ideológico que no necesariamente se correspondía con un concepto democrático y pluralista. No olvidemos que la ALAC y la ALADI en todos esos años no tuvieron cláusula democrática; es más, los países negociaban comercialmente mientras alternaban gobiernos dictatoriales con diferente orientación, como por ejemplo: las dictaduras militares de Velasco Alvarado y de Pinochet. Eran tiempos en que la necesidad de avanzar en la integración no tenía como correlato obligatorio una democracia pluralista y la defensa de los Derechos Humanos”.

El tiempo ha corrido muy positivamente a favor de los procesos de democratización y de otro lado, se requiere de una acción regional en la que la convergencia debe sustentarse en el firme compromiso con los valores democráticos y en el fortalecimiento del dialogo político, convencidos que la integración regional debe convertirse en una opción válida para dinamizar el desarrollo integral de nuestros países, evitando que la globalización acentué las asimetrías y se convierta en un obstáculo para la eliminación de la exclusión social, la superación de la pobreza, la desigualdad y la violación de los Derechos Humanos”.

En el 2012, he recibido el honroso encargo del señor Presidente de la República, Ollanta Humala Tasso, para desempeñar el cargo de representante permanente ante la ALADI y MERCOSUR y de Embajadora ante la República Oriental el Uruguay, tareas todas que me honran y que asumo con gran responsabilidad, entusiasmo y decisión. Veintidós (22) embajadores peruanos me anteceden como Representantes Permanentes de la República del Perú ante ALALC/ALADI. Soy, sin embargo, la primera mujer en asumir de este cargo como la vigesimotercera (23) Representante Permanente del Perú en Montevideo, cargo que me honra como peruana.

Para el Perú de hoy, la integración regional constituye un objetivo prioritario y estratégico de la política exterior, para promover el “crecimiento económico con inclusión social”.

Somos conscientes que la ALADI enfrenta hoy importantes retos y que hay visiones distintas sobre el futuro del proceso de integración regional y los modelos de desarrollo. No obstante, debemos desplegar nuestros mejores esfuerzos para buscar puntos de coincidencia, con pleno respeto de estos enfoques diferentes. En este sentido, creemos que es preciso fortalecer la unidad en la diversidad.

De otro lado, se requiere de una acción regional en la que la convergencia se sustente en el firme compromiso con los valores democráticos y en el fortalecimiento del diálogo político, convencidos que la integración regional debe convertirse en una opción válida para dinamizar el desarrollo integral de nuestros países, evitando que la globalización acentué las asimetrías y se convierta en un obstáculo para la eliminación de la exclusión social, la superación de la pobreza y la desigualdad.

Montevideo, 18 de febrero del 2012

52 Aniversario de ALADI

(*) Embajadora del Perú en Uruguay, Representante Permanente del Perú ante ALADI


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